sábado, 11 de septiembre de 2010

Entrevista a Edurne Pasabán

Edurne Pasabán es oficialmente la primera mujer que ha logrado ascender los 14 'ochomiles' del planeta. Miss Hawley, considerada la notaria del Himalaya, ha enviado un comunicado a la tolosarra, en el que le informa de la decisión de no reconocer la subida al Kanchenjunga de Oh Eun Sun. Edurne Pasabán confiesa que a veces se aburría con sus amigas de toda la vida. El plan de comer pipas en el banco mientras esperaban a ver al grupo de chicos lo sentía como una pérdida de tiempo.

Fue entonces, a los 14 años, cuando Edurne Pasabán (Tolosa, 1 de agosto de 1973) comenzó a escalar con un club de montaña. Le apasionó y se nganchó. Ya no ha parado. Vio en la montaña una actividad perfecta para conocer lugares y nuevas amistades. En 2001 hizo cima en su primer ochomil, el Everest. En aquella ocasión lo hizo con oxígeno artificial, por eso ahora tiene pensado regresar allí en su próximo reto. Entonces lo hará sin oxígeno. Tras esa cumbre en el Everest, llegaron las demás: Makalu (2002), Cho Oyu (2002), Lhotse (2003), Gasherbrum II (2003), Gasherbrum I (2003), K2 (2004), Nanga Parbat (2005), Broad Peak (2007), Dhaulagiri (2008), Manaslu (2008), Kangchenjunga (2009), Annapurna (2010) y Shisha Pangma (2010). Todas ellas, confiesa, tienen su historia y son especiales. Sin embargo, elige la cima en el K2, en 2004 y en la que sufrió muchísimo, como un punto de inflexión en su vida. Allí pensó si quería seguir escalando o, por el contrario, optaba por un vida más normal, como la que podían tener el resto de sus amigas. La decisión que tomó es de sobra conocida. En el año 2007, tras la ascensión al Broad Peak y cuando contaba ya nueve montañas de 8.000 metros, se propuso como objetivo subir los 14 ochomiles, reto que consiguió en mayo de 2010. Sin embargo, es ahora, cuando todo el mundo pone en duda a la coreana Miss Oh, cuando se le reconoce que es la primera mujer en conseguir dicha hazaña. Algo, sin embargo, que no le preocupa en exceso, aunque sí le da tranquilidad que incluso la federación coreana no reconozca la cima de su escaladora. Tras esta etapa de su vida completada, Edurne Pasabán se encuentra inmersa en un nuevo proyecto. Está elaborando un libro en el que recuerda todos esos logros conseguidos.
No voy a empezar preguntándole por los demás. Centrémonos en sus logros. Ya ha conseguido su reto, ascender los 14 ochomiles. ¿Qué valoración hace?
Subir los 14 ochomiles fue el reto que me puse hace unos años. Empecé más en serio en el Himalaya en 1998, pero en ningún caso me planteaba subir ni terminar todas las cimas de 8.000 metros. Lo que pasó es que poco a poco fui haciéndolos y llegó un momento en el que tenía nueve montañas de 8.000 metros. Fue entonces cuando empecé a pensar en lograr las 14 cumbres. Veo que después de estos años, desde 2001 que hago mi primer ochomil y hasta ahora que he terminado, he completado una parte de mi vida y un trabajo que me planteé. Estoy muy contenta.
No se plantearía desde el primer momento lograr todo esto. ¿Cuándo decide que va ir a por las 14 cumbres?
Por supuesto que la primera vez que subí a una montaña no pensé en esto. Pero bueno, poco a poco fui subiendo, porque tenía amigos e iba conociendo gente que también subía. Y así, llega un momento en el que en el año 2007, cuando hago el Broad Peak, tengo nueve montañas de 8.000 metros y decido dar el paso y pensar que podía terminar los 14. Entonces pensé que podía conseguir un sponsor potente para terminar el proyecto, que podía tener siempre un mismo equipo a mi lado...
De todas las ascensiones, ¿con cuál se queda?
Todas tienen su historia. Además, ahora que estoy escribiendo el libro, me doy cuenta de que todas han tenido algo de especial. Sí que es verdad que alguna ha marcado más mi vida. Por ejemplo, el K2, en 2004, fue bastante importante para mí. Era una montaña muy complicada y sufrí congelaciones. A raíz de eso pensé si quería seguir escalando o prefería tener una vida más normal como podían tener mis amigos. En el K2 veo un punto de inflexión en mi vida y tengo especial recuerdo de ella. Aunque todas han tenido lo suyo.
Se quedaría entonces con el K2 como la ascensión más peligrosa...
Sí, la más peligrosa sería aquella, el K2. Aunque también ha habido otras complicadas, como el Kangchenjunga en el año 2009, el Annapurna este año...
¿De quién se acuerda y a quién agradece estos éxitos?
Me acuerdo de todo el mundo que ha estado conmigo todos estos años. Me acuerdo de muchos amigos de la montaña que se han quedado por el camino y ya no están, aunque pienso que desde allí arriba me han echado una mano y me protegen. Me acuerdo también de compañeros de expedición y de la gente que ha estado apoyándome en los momentos menos buenos.
¿A quién admira?
Tengo como referente a amigos que me han enseñado mucho todos estos años. Me acuerdo de mis comienzos con mi primo Asier, de Silvio Mondinelli, con el que empiezo a escalar las montañas de 8.000 metros... Pienso en mucha gente.
¿Es más difícil para una mujer conseguir este reto?
No es que sea más difícil. Lo que pasa es que éste es un ámbito masculino y las expediciones normalmente están compuestas sólo de hombres. Es un deporte en el que hay más hombres y parece que las mujeres debemos demostrar más, sólo por el hecho de que se cree que nosotras no podemos llegar a hacer una cosa así.
¿Cuál es su próximo reto?
Me quedaría hacer el Everest sin oxígeno, que es el único al que subí con oxígeno artificial. Era el año 2001 y subía mi primer ochomil, era inexperta, y entonces todo el mundo subía con oxígeno.
Y el libro que está elaborando...
Sí, desde luego. Y ése es más duro que cualquier ochomil (se ríe).
¿Como va eligiendo las montañas a las que subir?
Antes salían los proyectos a raíz de los amigos. Hablaba con Vallejo, con Silvio, con Juanito... Y decidíamos dónde ir. A medida que voy realizando el proyecto de los 14 ochomiles, donde ya tengo mi equipo, las cimas me las voy marcando yo.
Es muy afortunada por vivir de su sueño...
Sí, mucho. Yo creo que sí. Una de las cosas que más valoro y que más me gusta es poder vivir de mi sueño, de lo que más me gusta. Y no es nada fácil en el deporte de la montaña.
Todavía se encuentra en plenitud de condiciones. Pero, ¿qué hará cuando su cuerpo diga basta?
Ahora, en el alpinismo, estoy cuando mejor, físicamente bien y con experiencia acumulada. ¿Después? También hay muchas cosas por hacer. Por suerte tengo mis estudios, doy conferencias sobre motivación, estoy metida en el mundo del coaching... Me he dedicado a más cosas además de escalar y no tengo miedo al futuro.
En cualquier caso, ligada a la montaña.
Siempre, yo creo que sí. Edurne Pasabán se liga a la montaña y me podrán salir diferentes proyectos, pero siempre ligados a la aventura y a la montaña.
¿Qué tiene la montaña que tanto engancha?
Para mí es una forma de vida y tengo mucha pasión por ella. La montaña me dio mucha libertad. Tengo una familia bastante protectora y cuando terminé los estudios mi vida estaba un poco encarrilada a trabajar con mi padre. Sin embargo, llega un momento en el que veo en la montaña una manera de vivir, donde nadie me indica qué tengo que hacer. Vi en la montaña un lugar donde el camino me lo hacía yo.
Pero la montaña tiene sus momentos malos. ¿Qué le ayuda a seguir hacia delante?
La pasión que tengo por ella, lo bien que me lo paso, y que soy consciente de que tengo mucha suerte de que vivo de lo que más me gusta. Me gusta ir al Pirineo a entrenar, dar una conferencia o escribir el libro... Todo lo hago con mucha ilusión.
¿Y cómo se lleva eso de jugarse la vida en cada metro de ascensión?
Yo tengo asumido que la montaña es un deporte con un riesgo muy elevado, pero soy de las personas que piensa que en la vida hay que disfrutar cada momento. Al final, la montaña me da mucho más de lo que me quita y del peligro que tiene.
¿Siente miedo?
Sobre todo siento respeto por la montaña. Miedo también, porque yo no me quiero quedar en la montaña. No soy de esas personas que piensan en la montaña como lugar de su muerte. Para nada. Yo quiero morirme de mayor, como mi abuelo, con más de 90 años.
¿Cómo se recibe la mala noticia del fallecimiento de algún compañero?
Es muy duro, porque seguramente sea una persona a la que conoces y porque piensas que tú puedes ser el siguiente. Pero tengo confianza en mí, en lo que hago, y pienso en hacer todo lo posible para que algo así no me ocurra a mí.
Y tras una desgracia así, ¿no ha pensado nunca en dejarlo?
No, nunca. Le das la vuelta a todo y piensas que si lo dejas no habrá nada que te llene igual.
¿Cómo lo lleva su familia?
Al principio lo lleva mal, pero ahora, aunque no se terminan de acostumbrar, viven con ello.
¿Cómo son esos días previos a un proyecto de ascensión a un ochomil?
Días de ansiedad y nerviosismo. Dicen que me vuelvo un poco insoportable. Estoy muy nerviosa porque quiero atar todo, patrocinadores, materiales... Esos últimos días los vivo con pasión y ganas. Es una adrenalina que necesito, pero que esos días previos produce nerviosismo.
¿Y qué piensa en el momento de la ascensión?
Disfruto de lo que hago. Es verdad que me centro totalmente en lo que estoy haciendo, sólo me preocupa la ascensión de la montaña en la que me encuentre.
Y en el campamento base, ¿de qué se habla?
De todo. Se estudia la montaña y hablamos de lo que tenemos que hacer y de cómo debemos hacerlo. Pero también hay días en los que no se habla de eso y charlamos sobre cosas que nada tienen que ver con la montaña.
El objetivo es la cima. ¿Qué se siente al encontrarse en ella?
Los sentimientos son los propios del reto conseguido. Pero más que en la cima, son esos últimos metros, cuando ves que estás llegando, en los que más te emocionas. Al fin y al cabo en la cima sólo importa la foto con la bandera y estás pendiente de que no se te olvide nada ni nadie.
¿Alguna anécdota?
Hay muchas, pero justo ahora me acuerdo del Annapurna. Antes de llegar hay como tres lomas diferentes y empezamos a discutir sobre cuál era la cumbre verdadera. Y todo porque la foto tiene que sacarse en la cumbre buena. Al final, nos fotografiamos en las tres (se ríe).
¿Qué no puede faltar en la expedición de Edurne Pasabán?
Hay mucho tiempo muerto y la música y la lectura son muy necesarias.
¿Algún amuleto?
Tengo un muñeco de un cocodrilo, que me lo regalaron al principio cuando empezaba en esto. Ha subido conmigo a todas las montañas de 8.000 metros.
¿Como se prepara físicamente?
Llevo un entrenamiento como un deportista profesional. Tengo mi entrenador y mis médicos. Llevo a cabo un entrenamiento personalizado, cada día unas 4 ó 5 horas, que consiste en andar en bicicleta, en correr o subir a una montaña. Y cuando tengo tiempo me marcho 4 ó 5 días al Pirineo para habituarme en el medio, sobre todo en invierno.
¿Y la alimentación?
Hay un control de la comida: grasas, peso... Al final un deportista debe aprender a comer de una forma saludable y hay que quitarse cosas que a todos nos gustan pero no pueden ser.
Y en el aspecto psicológico, ¿se prepara de alguna manera?
Siempre he tenido una ayuda, sí.
¿En qué momento comienza su gusto por la montaña?
A los 14 años empiezo en un club de montaña a escalar. Allí me hago unos nuevos amigos que no tenían nada que ver con mis amigas de toda la vida, con las que me aburría comiendo pipas en el banco y esperando a que pasase el grupo de los chicos (se ríe). Veía que era una pérdida de tiempo. Encuentro en la montaña unos planes diferentes, un escenario para conocer lugares y gente, y me empiezo a apasionar con la montaña.
Los recordará con mucho cariño...
Sí, tengo mucha relación con la gente con la que empecé y que ha sido testigo de todo el proceso.
¿Y cuándo pasa de ser un hobby a una actividad profesional?
Es un proceso. Voy ascendiendo montañas, conozco gente... En 2003 es la primera vez que trabajo en Al filo de lo imposible, de TVE. Ahí es cuando se empieza a profesionalizar el tema.
¿Qué le queda por hacer?
Muchas cosas, sobre todo a nivel personal, que quizá no he podido hacer durante todos estos años. No he formado una familia, por ejemplo.
¿Y profesionalmente?
Me gustaría hacer cada año una expedición. Pero sobre todo ir a la aventura y, por ejemplo, explorar nuevas vías en las montañas.
Ahora sí, llega el momento de hablar de Miss Oh. ¿Cambia algo que se le reconozca como la primera mujer en subir los 14 ochomiles?
No va a cambiar nada. Yo ya terminé mi reto en mayo del año pasado, y ése era mi proyecto. Es verdad que pasará a los libros de historia y que igual tengo más conferencias, pero mi vida personal no cambiará.
No hay nadie que reconozca oficialmente estos retos...
No. Ése es el problema, que no hay ningún organismo oficial que diga quién es la primera o la segunda. Eso ocurre en los medios de comunicación; el posicionamiento se crea desde allí.
¿Se siente ahora más tranquila?
Mucho más. Cuando yo dije que teníamos dudas de la cumbre del Kangchenjunga de Miss Oh no era una cosa nueva. En Corea ya se lo temían, lo que pasa es que si quien lo dice es la rival... Se crea el revuelo. Lo dije yo y tengo que asumir esas palabras. Pero que la federación surcoreana piense igual que yo y que lo haya dicho públicamente me da una tranquilidad enorme.
¿Qué vio para "lanzarse a la piscina" y hacer esas declaraciones?
Las dudas empezaron con la foto de cumbre. Nosotros veíamos que ésa no era la foto de cumbre. Además, el día que ella subió al Kangchenjunga nosotros estábamos en el campo base y el tiempo meteorológico que hacía era malísimo. También se suponía que ella subió sin oxígeno y bajó sin que se le congelara ni un dedo. Pero en la montaña no hay dioses.
¿Y se arrepintió?
Sí, me ha apenado muchísimo el haberlo dicho. Sabía que la gente me iba a atacar por ahí.
¿Qué opina de Miss Oh?
No sé cómo está viviendo ella todo esto. Seguro que no está siendo fácil. Yo pienso que, de alguna manera, ella creía que sí había subido, y desde luego no sabía todo lo que iba a venir después.
¿Ha hablado alguna vez con ella?
Sí, en los campos base.
Usted es una persona conocida, ¿cómo se lleva la fama?
Muy bien. La gente es muy respetuosa conmigo y siempre que se acercan me demuestran mucho cariño. Estoy contenta.
¿Le han propuesto algún proyecto relacionado con la vida pública? Televisión, por ejemplo.
No, de momento no. Sé que hay alguna cosa por ahí, pero de momento, nada serio.
¿Cómo valora el escaso apoyo al montañismo?
No es un deporte público porque de alguna manera no lo podemos hacer público. Si hay una competición de atletismo o un partido de fútbol se retransmite por televisión, pero el problema de la escalada es que no podemos hacer un directo de la escalada.
¿Ha evolucionado desde que usted empezara en este mundo?
Han cambiado muchas cosas. Por ejemplo, el teléfono satélite, que antes no se tenía y que ayuda mucho al rescate. Ahora un helicóptero puede rescatar a un montañero en los 7.000 metros. Ha habido muchas evoluciones en poco tiempo.
¿Que impulso le daría?
Hay un problema. Y es que mucha gente del mundo de la montaña no quiere que esto sea mediático y piensan que va contra la filosofía de la montaña. Cada uno tiene que hacer la montaña como quiera. Yo me lo he planteado de esta manera, como un trabajo, pero otras muchas personas lo ven como un hobby. En cualquier caso, hay que respetar cualquier postura.

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